dilluns, 10 de gener del 2011

La hormiga y el lobo

Era un día de verano de un sofocante y fuerte calor, como suele ser normal en los días del mes de agosto. Y, aunque el sol de la mañana hacía poco que acababa de salir en el horizonte, solo se podía estar a fresco a la sombra, al lado de un riachuelo de aguas frescas y cristalinas.

Así se hallaba medio adormecido un grande y voraz lobo después de haberse comido para desayunar a un conejo que había encontrado medio despistado desayunando unas deliciosas y tiernas hierbas. El lobo no tardó casi nada en cazarlo.

De pronto, el lobo abrió sus enormes ojos y fijó su mirada en una pequeña hormiga que arrastraba con mucho esfuerzo y toda sudorosa un grande y esplendoroso grano de maíz. “¿Qué haces?” le dijo el lobo a la sudorosa hormiga. A lo que la hormiga contestó: “Estoy llevando este hermoso grano de maíz a mi refugio.” “Ho, ho, ho.“ rió el lobo con su aguda voz “Tú debes estar loca cargando ahora con este calor ese grano de maíz.” “No estoy loca.” contestó molesta la hormiga “Lo he encontrado cuando he salido a pasear y no se puede desperdiciar la ocasión de poder tener una comida tan deliciosa para el invierno.”

El lobo respondió: “¿Ves como sí que estás loca? ¿A quién se le ocurre cargar con algo que cuesta tanto esfuerzo y con este calor en pleno mes de agosto, cuando aún falta tanto tiempo para el invierno? ¡Ho, ho, ho!” Volvió a reír el lobo, a la vez que le decía: ¡Debes tener un cerebro cien veces más pequeño que tú para hacer una cosa así!

Esta vez la hormiga dejó el grano de maíz en el suelo y miró al lobo con cara de estar muy molesta y enfadada a la vez que levantaba su pequeña cabeza con un claro gesto de enfado y le contestó desafiante: “Te he dicho ya una vez que no estoy loca. Y, aunque sea más pequeña que tú, me parece que tengo más cerebro que tu. Ya me dirás que harías tú si te encontraras con un ciervo grande y suculento, ¿acaso no te lo guardarías para cuando tuvieses hambre?” le preguntó la hormiga al lobo.

“¡Desde luego que no!” le contestó el lobo “Yo no necesito guardar comida, yo soy grande y fuerte y en el bosque siempre hay comida para mí, solo tengo que salir a cazar cuando tengo hambre.”

“¿Y qué haces en invierno cuando hace frío y nieva si no tienes comida guardada? ¿Qué haces entonces, dime?” le preguntó la hormiga al lobo.

“Eso no es ningún problema para mí. Siempre hay comida aunque sea invierno y haga frío para los animales grandes y fuertes como yo. El invierno no es ningún problema.” dijo el lobo con arrogancia y mirando con cierto menosprecio a la pequeña hormiga.

“¿Y a eso le llamas ser listo?” le replicó la hormiga “¿Tener que salir fuera de tu guarida con frío y nieve? Ya me perdonarás por lo que te voy a decir, pero me parece a mí que tú eres muy grande pero tienes el cerebro muy pequeño.”

Y, sin esperar contestación, la hormiga volvió a cargar con su grano de maíz y emprendió de nuevo la marcha hacia su hormiguero dejando al lobo pensativo por lo que la hormiga le acababa de decir.

El tiempo fue pasando. De cuando en cuando, el lobo veía a la hormiga ir y venir.

Alguna vez la veía sola y era entonces cuando aprovechaba para hablar con ella. Con el tiempo llegaron a ser casi amigos. Aunque muchas veces, cuando hablaban de alguna cosa, nunca se ponían de acuerdo.

Muchas otras veces la solía ver yendo junto a un gran grupo de hormigas, las cuales parecían comportarse como si fueran un ejército ya que cada una de las hormigas parecía seguir unas normas y una forma de actuar que parecía que ya estuviesen establecidas de antemano.

El lobo se pasaba largos ratos mirando a las hormigas. La verdad era que no entendía su forma de actuar. Pero le fascinaban las hormigas. Sobretodo lo que más le sorprendía era lo trabajadoras que eran.

Un día en que el lobo estaba como de costumbre echado en el mismo sitio de siempre, vió a la hormiga que esta vez iba sola y le dijo “Hola hormiguita, ¿como es que hoy vas sola?” “Es que a mí me gusta salir sola algunas veces para ver si encuentro algún lugar donde haya comida para después decírselo a mis compañeras y así ir todas juntas a recogerlo.” le respondió la hormiga.

“Quisiera preguntarte algo, si no te molesta.” le dijo el lobo a la hormiga.

“Desde luego. Pregunta lo que quieras.” dijo la hormiga.

“Verás, es que hace tiempo que os veo a ti y tus compañeras y me pregunto ¿por qué vais siempre tantas y siempre tan ordenadamente? A mí, la verdad, me parecéis un ejército haciendo maniobras. ¿Podrías explicarme por qué actuáis de esa forma tan rara?”

“No actuamos de forma rara. Es que tenemos que hacerlo de esa forma.”

“¿Por qué?” preguntó de nuevo el lobo a la hormiga.

“Eres duro de molleja, ¿eh, amigo?” dijo la hormiga al lobo “¿Es que no te das cuenta de que somos muchas y si no tuviésemos orden todo se convertiría en un auténtico caos?”

“¿Y por qué vais siempre tantas?” volvió a preguntar el lobo.

“Es porque las hormigas vivimos siempre en grandes grupos.”

“¿Por qué?” volvió a preguntar el lobo.

“Pues porque a una hormiga sola le sería muy difícil sobrevivir. Es por eso que siempre vamos en grandes grupos.”

Y la hormiga le siguió explicando al lobo “Verás, te cuento: Las hormigas vivimos todas juntas en un hormiguero. Salimos a buscar comida juntas, trabajamos en equipo guardando comida para el invierno en una despensa que tenemos en nuestro hormiguero y que nosotras hemos construido. Y además siempre cuidamos unas de las otras como si fuésemos una familia ya que a una hormiga sola le sería muy difícil sobrevivir mucho tiempo. Pero actuando en equipo no solo nos protegemos unas a las otras, también protegemos la supervivencia de nuestra especie. Y siempre anteponemos la seguridad y continuidad de nuestra especie a nuestra propia seguridad. ¿Comprendes ahora por qué actuamos como lo hacemos?” le dijo la hormiga al lobo que la miraba con cara de admiración.

“Sí que lo entiendo y, desde ahora que sé y comprendo vuestra forma de ser, prometo teneros más respeto.” dijo el lobo a la pequeña hormiga.

La hormiga miró al lobo y, por primera vez desde que se conocieron, le miró y le sonrió porque desde ese momento por fin sí que se convertirían en buenos amigos.

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