Al llegar al despacho de su padre, Eva corrió a besar a su padre al mismo tiempo que le decía: “Papá, esta ricachona me ha llamado cotorrita.” A lo que su padre le respondió: “Lo de cotorrita lo comprendo muy bien y estoy totalmente de acuerdo con Mar. Lo que no acabo de entender es lo de ricachona.” Eva estuvo a punto de empezar a contarle a su padre lo ocurrido en el despacho del abogado. Pero se detuvo, me miró y me pidió que fuese yo la que le contara a su padre todo lo ocurrido aquella mañana. Yo le expliqué todo cuanto había ocurrido sin omitir nada: la lectura del testamento, la cuantía de los bienes heredados, lo que supuestamente podía ocurrir si no aceptaba la herencia, y mi decisión final de aceptarla. Al terminar mi relato sobre todo lo ocurrido, el que hasta en aquel momento había sido mi jefe se levantó de su asiento, se acerco a mí y me dio un fuerte abrazo diciéndome que, desde el primer momento, daba por hecho que seguro que yo haría lo correcto. Yo le respondí que lo que sí era cierto es que estaba aterrada por la responsabilidad de tener que dirigir una empresa tan grande sin tener ni la más remota idea de cómo debía de hacerlo. A lo que él me respondió: “No debes preocuparte por eso ya que tu eres inteligente y doy por hecho que, en cuanto te conozcan, seguro que tendrás ayuda por parte de las personas que hasta ahora habían ayudado a tu padre en todo cuanto fuese necesario.” Además, él no pensaba dejarme sola ya que siempre estaría a mi lado para ayudarme en todo lo que necesitara y para aconsejarme en cuando tuviese alguna duda.
Por la noche conté a mis compañeras de piso todo lo que había ocurrido. Lo primero que me dijeron fue que me echarían mucho de menos cuando me marchara.
Lo cierto es que hasta aquel momento no había pensado en que tendría que mudarme de casa. Aunque el abogado me había informado de que también había heredado las propiedades y la casa que, hasta su muerte, había sido el hogar de mi padre, lo cierto es que no había pensado en absoluto en ello.
Tal como habíamos quedado con el abogado, el lunes fui a verle para la firma de documentos y otros asuntos pendientes. Al terminar de firmar, me hizo entrega de las escrituras de las propiedades que desde aquel momento me pertenecían, incluida la de la casa que había pertenecido a mi padre hasta el momento de su muerte. También me hizo entrega de un montón de llaves de las propiedades, de los automóviles y de un yate. Desde el primer momento, pensé que para qué quería yo un yate si no sabía ni cómo se utilizaba… Después me fue explicando, de una en una, a qué propiedad pertenecía cada manojo de llaves y el lugar dónde estaba ubicada cada propiedad y la empresa que desde aquel momento me pertenecía, así como una lista con los nombres de las personas y los cargos que ocupaban en la empresa. Después me habló de las personas que habían sido las encargadas del buen funcionamiento de la casa de mi padre hasta la muerte de mi padre. También me informó que, si era mi deseo, podía sustituir a las personas encargadas del buen funcionamiento del que iba a ser mi hogar desde el momento en que yo así lo decidiera. Volvimos a quedar en vernos al día siguiente para que siguiera explicándome todos los pormenores de todo lo que tenía que ser primordial que yo supiera. Yo le pedí que, por favor, si podría hacerme el favor de acompañarme al lugar donde se encontraba la casa que tenía que ser mi nuevo hogar. Quedamos en que comeríamos juntos y que después me acompañaría hasta mi nueva casa y me presentaría a las personas que trabajaban en la casa hasta aquel momento.
No tengo ni que decir que salí del despacho aterrada por tanta responsabilidad y por no creerme capaz de poder llevar a buen término todo lo que se me venía encima. No me lo pensé dos veces y fui a ver al padre de mi amiga para pedirle consejo ya que él se había ofrecido a ayudarme cuando yo lo necesitase y en aquel momento bien sabe Dios que le necesitaba.
En cuanto me vio, me preguntó que cómo iba todo. Yo le contesté que muy mal, que no sabía cómo iba a salir de todo aquello. Me pidió que le contara qué era lo que me tenía tan preocupada. Yo le conté todo cuanto había hablado con el abogado y mis temores de no saber estar a la altura de las circunstancias. Me tranquilizó diciéndome que tenía que tomarme las cosas con más calma ya que nadie iba a esperar que lo supiese todo rápidamente y que, si lo deseaba, me acompañaría el día siguiente al despacho del abogado. Yo le respondí que, si podía, se lo agradecería. Así que quedamos para vernos al día siguiente para que me acompañase a ver el abogado.
La comida con el abogado fue mejor de lo que yo me esperaba ya que él se dio cuenta enseguida de mi nerviosismo y me tranquilizó diciéndome que estuviese tranquila, que no tenía que temer nada, que las cosas se aprenden mejor si se va despacio, que yo era muy joven y tenía mucho tiempo para aprender.
Después de comer, nos dirigimos a mi nuevo hogar. La casa, si se le podía llamar casa ya que a mi me pareció un palacio, estaba ubicada en Sarrià, uno de los barrios más lujosos de Barcelona. En cuando llegué a la puerta de la casa, se me hizo un nudo en la garganta que, en aquel instante, me recordó cuando tuve que pasar los exámenes de reválida. El abogado se dio cuenta de mi nerviosismo y, agarrándome con ternura del brazo, me dijo al oído: “Tranquila, que tú eres la dueña. Puedes comportarte con toda normalidad y como siempre has tenido la costumbre de comportarte.
Después de ver la casa y de conocer a las personas que tenía a mi servicio, empezaba a desear no haber aceptado la herencia ya que todo aquello yo creía que me superaba. De repente recordé el piso en el que viví con mamá y me dije a mí misma: “Tienes que superar el miedo, por mamá, por cuanto tuvimos que pasar. Tengo que ser como mamá siempre deseó que fuera, una verdadera señorita, segura de mí misma e independiente pero sobretodo valiente.”
...
Por la noche conté a mis compañeras de piso todo lo que había ocurrido. Lo primero que me dijeron fue que me echarían mucho de menos cuando me marchara.
Lo cierto es que hasta aquel momento no había pensado en que tendría que mudarme de casa. Aunque el abogado me había informado de que también había heredado las propiedades y la casa que, hasta su muerte, había sido el hogar de mi padre, lo cierto es que no había pensado en absoluto en ello.
Tal como habíamos quedado con el abogado, el lunes fui a verle para la firma de documentos y otros asuntos pendientes. Al terminar de firmar, me hizo entrega de las escrituras de las propiedades que desde aquel momento me pertenecían, incluida la de la casa que había pertenecido a mi padre hasta el momento de su muerte. También me hizo entrega de un montón de llaves de las propiedades, de los automóviles y de un yate. Desde el primer momento, pensé que para qué quería yo un yate si no sabía ni cómo se utilizaba… Después me fue explicando, de una en una, a qué propiedad pertenecía cada manojo de llaves y el lugar dónde estaba ubicada cada propiedad y la empresa que desde aquel momento me pertenecía, así como una lista con los nombres de las personas y los cargos que ocupaban en la empresa. Después me habló de las personas que habían sido las encargadas del buen funcionamiento de la casa de mi padre hasta la muerte de mi padre. También me informó que, si era mi deseo, podía sustituir a las personas encargadas del buen funcionamiento del que iba a ser mi hogar desde el momento en que yo así lo decidiera. Volvimos a quedar en vernos al día siguiente para que siguiera explicándome todos los pormenores de todo lo que tenía que ser primordial que yo supiera. Yo le pedí que, por favor, si podría hacerme el favor de acompañarme al lugar donde se encontraba la casa que tenía que ser mi nuevo hogar. Quedamos en que comeríamos juntos y que después me acompañaría hasta mi nueva casa y me presentaría a las personas que trabajaban en la casa hasta aquel momento.
No tengo ni que decir que salí del despacho aterrada por tanta responsabilidad y por no creerme capaz de poder llevar a buen término todo lo que se me venía encima. No me lo pensé dos veces y fui a ver al padre de mi amiga para pedirle consejo ya que él se había ofrecido a ayudarme cuando yo lo necesitase y en aquel momento bien sabe Dios que le necesitaba.
En cuanto me vio, me preguntó que cómo iba todo. Yo le contesté que muy mal, que no sabía cómo iba a salir de todo aquello. Me pidió que le contara qué era lo que me tenía tan preocupada. Yo le conté todo cuanto había hablado con el abogado y mis temores de no saber estar a la altura de las circunstancias. Me tranquilizó diciéndome que tenía que tomarme las cosas con más calma ya que nadie iba a esperar que lo supiese todo rápidamente y que, si lo deseaba, me acompañaría el día siguiente al despacho del abogado. Yo le respondí que, si podía, se lo agradecería. Así que quedamos para vernos al día siguiente para que me acompañase a ver el abogado.
La comida con el abogado fue mejor de lo que yo me esperaba ya que él se dio cuenta enseguida de mi nerviosismo y me tranquilizó diciéndome que estuviese tranquila, que no tenía que temer nada, que las cosas se aprenden mejor si se va despacio, que yo era muy joven y tenía mucho tiempo para aprender.
Después de comer, nos dirigimos a mi nuevo hogar. La casa, si se le podía llamar casa ya que a mi me pareció un palacio, estaba ubicada en Sarrià, uno de los barrios más lujosos de Barcelona. En cuando llegué a la puerta de la casa, se me hizo un nudo en la garganta que, en aquel instante, me recordó cuando tuve que pasar los exámenes de reválida. El abogado se dio cuenta de mi nerviosismo y, agarrándome con ternura del brazo, me dijo al oído: “Tranquila, que tú eres la dueña. Puedes comportarte con toda normalidad y como siempre has tenido la costumbre de comportarte.
Después de ver la casa y de conocer a las personas que tenía a mi servicio, empezaba a desear no haber aceptado la herencia ya que todo aquello yo creía que me superaba. De repente recordé el piso en el que viví con mamá y me dije a mí misma: “Tienes que superar el miedo, por mamá, por cuanto tuvimos que pasar. Tengo que ser como mamá siempre deseó que fuera, una verdadera señorita, segura de mí misma e independiente pero sobretodo valiente.”
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