dimarts, 31 d’agost del 2010

La muchacha de los ojos verdes y grises (X)

Cuando llegamos, nos recibió y nos invitó a entrar a su despacho. Una vez dentro, pidió que por favor nos sentásemos. Cuando los tres estuvimos sentados, dirigiéndose a mí dijo: “Usted dirá, señorita Mar, ¿en qué puedo serle útil?” Le respondí que, en primer lugar, quería disculparme por la forma en que me había comportado la vez anterior, dado que según mi forma de pensar me había comportado de una forma muy poco correcta. Él me contestó: “Mire, señorita Mar, su manera de comportase no sólo fue del todo correcta sino que, además, demostró que para usted son más importantes los sentimientos y sus principios que cualquier fortuna, ya que no demostró ningún interés en saber de qué cantidad de fortuna estábamos hablando. Puedo asegurarle que eso no es una cosa nada corriente. Por mi profesión, puedo asegurarle que el interés económico suele estar siempre por encima de toda clase de sentimientos. Así que, no tiene porque disculparse.”
- Verá, señor, ayer me fue entregada una carta dirigida a mí. En ella, a parte de algunas cosas personales, se me comunicaba que, si no aceptaba la herencia, algunas personas podían verse perjudicadas debido a mi decisión. También se me informaba que usted podría explicarme dicha cuestión con todo detalle y por eso he decidido venir, para que por favor usted me lo explique.
- Sí, en cierta forma, así es – me respondió -. Ahora se lo explico… Su padre, además de ser dueño de una gran fortuna, era también el dueño de una gran empresa con cientos de trabajadores. Además, muchas empresas tienen trabajo debido a que suministran material para la empresa de su padre. Por lo tanto, si usted no acepta la herencia y no es usted la que se haga cargo de dicho empresa, no sé lo que puede pasar. Pero lo más probable es que se cierre dicha empresa ya que, no habiendo más herederos, lo que suele ocurrir normalmente es que pase a manos del gobierno. Es por ello que yo insistí en que se lo pensase muy bien, dado lo extraordinario de este caso, y que, antes de tomar decisión alguna, lo consultase antes conmigo.
- Bueno, tal y cómo están las cosas, - contesté - no creó que me quede ninguna otra opción que no sea la de aceptar lo que, al parecer, alguien decidió que fuera mi futuro.

El abogado me preguntó si me parecía bien que, aprovechando que estaba allí, diera lectura al testamento. Yo le contesté que me parecía bien.

La lectura del testamento me pareció, en principio, algo complicada. Pero, al terminar su lectura, el abogado me preguntó si deseaba que me aclarara alguna duda. Así que le pedí que me aclarara algunas de las cosas que no me habían quedado demasiado claras. Y él no dudó ni un momento en aclararme todas mis dudas.

Antes de marcharnos me ofreció sus servicios ya que, hasta aquel entonces, él era el que se ocupaba de todos los asuntos legales de mi padre. Le contesté que me gustaría que siguiera trabajando para mí. Quedamos en vernos la semana siguiente.

En cuanto salimos a la calle, Eva me dijo sonriendo: “Bueno, ¿y ahora qué desea hacer la señorita?” Yo le respondí: “Noto cierto sarcasmo en sus palabras, señorita.” Ella me replicó: “Desde este momento, te tendré que tratar con más miramientos dado que tú eres mucho más rica e influyente que yo.” Yo dije: “Pobre de ti que se te ocurra tratarme de forma distinta. Además, yo no soy más afortunada que tú ni mucho menos. Tú serás siempre más afortunada que yo, ya que yo no tengo unos padres que cuiden de mí. Ni siquiera tengo familia con la que compartir todo cuanto ahora poseo.” Y ella me replicó: “No quiero volver a oírte decir lo que acabas de decir. Me tienes a mí. Y a mis padres que, te quieren tanto, que se pasan todo el día hablando de ti como si fueras su hija. También tienes a todas las personas que te conocen, las cuales te adoran. Tienes a Juan y a Carmen, que siempre están pendientes de ti como si realmente de su hija te tratases. Y, por si fuera poco, no tienes que aguantar al pesado y mimado de mi hermano que me está dando la lata todo el día. Así que, por favor, no vuelvas a decir que no tienes familia nunca más.”

- ¿Qué te parece si vamos a ver a papá y le contamos lo que te ha dicho el abogado y tu firme decisión de convertirte en empresaria? – Me preguntó Eva.
- Como siempre, tú se me has adelantado ya que yo te lo iba a proponer en cuanto tú me dejases hablar, querido cotorrita. – Le respondí riendo.
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